¡Ah, cuán pequeño somos ante los
ojos de Dios! Mil años son como un “ver”
-una tercera parte de la noche. Crecemos
y marchitamos como la hierba en un día. Dios
nos barre como pelusa suelta. A lo sumo la
vida es corta y entonces morimos.
¿Pero entre nuestro principio y final,
cómo vivimos? Unos años después de la
muerte de mi abuela se me presento en un sueño. Estaba sentada en un sofá gris, mucho más
joven y elegante de cuando la conocí. Me
dije “¡Abuela, tu estas muerta!”. “Crucé”,
simplemente me contestó. Su cara
brillaba.
Entonces mi abuela se inclinó
hacia delante para decirme un secreto. “Sólo
se feliz.” Me desperté sorprendido.
Pero el Salmista admitiría,
preguntando a este mismo Dios eterno “enseñarnos a contar nuestros días para que
podemos alcanzar un corazón de sabiduría.”
Y sí, se feliz. Despiértese en las
mañanas dichoso y alegre.
Tenga presente en su vida lo que usted
hace consigo. Esto es lo que Emily Webb
en el juego “our town” le trata de decir su familia después de su muerte,
cuando vuelve en su duodécimo cumpleaños. Ellos corren por las conformidades de la vida,
aún en un día bueno. “¿Ellos no entienden?”,
le susurra ella a un amigo fantasmal. “No, querida, ellos no entienden.”
Nacemos solamente una vez. Tenemos el regalo de la Gracia de Dios. Valore sus días de vida.
ORACIÓN
Enséñanos cada día a enumerar nuestros días, para que podamos lograr un corazón sabio. Amén.Rev. Dr. Kathryn Poethig, Profesor Asociado, Global Studies, CSU Monterey Bay, y miembro del Comité de Discernimiento de Gestión de Paz, IP(EUA), Seaside, California
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