Cuando niño aprendiendo de los
personajes bíblicos en la escuela bíblica dominical, fui enseñado que “los
saduceos no creían en la resurrección, por lo que estaban insolentes”. Esto quizás había sido un buen instrumento de prestigio, pero no era correcto.
¡Los saduceos parecen algo malvados cuando
tratan de enredar a Jesús con su teología-de hecho, mientras tratan de hacerlo
caer en su trampa parecen absolutamente alegres! Cuán impresionante es el joven e inculto Jesús, quien se para ante las elites
religiosas de su época diciendo plenamente, “están equivocados”.
Lo habían interpretado todo erróneamente:
las Escrituras; su conocimiento de Dios; y sus prioridades. Jesús desecha el concepto de las relaciones sociales en el
cielo y les recuerda que Dios no es Dios de los muertos, sino de los vivos. ¿Pero para ilustrar el punto, por qué Jesús se
referiría a los antepasados si todos habían muerto hacia largo tiempo?
Este Dios de los vivos, nos dice Jesús, obra a través nuestro en este
mundo-no sólo durante nuestras vidas, pero también a través de las generaciones.
Dietrich Bonhoeffer, en su libro Ética
(escrito mientras estaba en la prisión por resistir el régimen de Hitler),
escribió que todas nuestras decisiones morales tienen que ser basadas en
nuestra alianza con las generaciones futuras. ¡Hoy nosotros enfrentamos muchos desafíos:
asuntos ambientales; la pobreza; recursos públicos limitados para la educación,
vivienda, seguridad pública, y asistencia médica. Dios nos llama a comprometernos con estas
luchas de la vida hoy y especialmente a las generaciones futuras.
ORACIÓN
¡Dios vivo, te agradecemos porque Tú eres el Dios de vida! Ayúdenos
a expandir nuestra visión como pacificadores para copiar el significando y la fuerza de nuestros
antepasados y trabajar por la justicia que traspasa las generaciones. Amén.
Rev.
Dr. Katie Day, Profesora del Seminario Teológico Luterano de Filadelfia,
Filadelfia, Pensilvani
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