Durante esos tiempos en la vida
cuando caminamos por “el valle” de las tormentas más oscuras o los océanos más
profundos, la comunidad de fe nos circunda con sus armaduras y cuida de nosotros.
Esto me sucedió recientemente mi nieto,
Jacob, paso nueve días en el hospital.
Cuando Jacob estuvo mejor retorne
al trabajo. El Salmos que se leyó ese día
en la capilla fue el Salmos 146: “Afortunado el que recibe ayuda del Dios de
Jacob”. Mis amigos, que habían estado
orando durante su enfermedad, se alegraron de la feliz coincidencia y declararon
el Salmos 146 como el Salmos de Jacob.
Nuestro Dios es el Dios de la
compasión que “levanta los que son doblegados”. Porque seguimos a este Dios, nosotros,
también, somos llamados a ser personas de compasión. No solamente necesitamos ayuda nosotros
mismos; sino que nosotros también somos llamados a ayudar en el nombre de Dios.
Durante este tiempo en que damos
y recibimos regalos, recordémonos de incluir entre nuestros regalos el dar a
otros el regalo de la compasión.
ORACIÓN
Que el regalo de Jesucristo el niño
que nació en Belén, nos recuerde que debemos amar a otros de formas inesperadas
y compasivas. Amén.
Debby
Vial, Asociado de los Cuerpos de Pacificadores, Programa Presbiteriano de Paz
IP(EUA), Louisville, Kentucky
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