domingo, 4 de diciembre de 2011

Devoción de Adviento del 4 de diciembre

Léase Lucas 1:57-66 y Amos 6:1-14

En muchas ocasiones la gran misericordia de Dios nos parece diminuta al principio.  Aquí está a Juan, un bebé dando gritos.  Dentro de treinta años será un hombre cuya voz desafiara un imperio, cuya manera de mantener la paz suprime violentamente cualquier oposición. Sus palabras todavía desafían imperios, si somos capaces de oírlas.  Manténgase leyendo si tiene alguna duda acerca de esto, con su discurso de un Espíritu de fuego que barrerá la paja muy lejos y bautizará  a los valientes a una nueva vida.
En una era donde las asambleas de personas ponen nerviosas a las autoridades, Juan atrae un flujo constante de observadores al rio Jordán.  Entonces, los envía a casa cambiados, esperando a un Salvador, pero también viendo el mundo alrededor de ellos de forma distinta.  Si tiene dos abrigos, regala uno.  Él dice, no pases tu tiempo acumulando cosas materiales. Si tienes poder, no abuse de el.

Como el escritor del evangelio de Lucas nos promete, la pequeña dádiva de ser madre de un bebe  a una mujer desilusionada, se convierte en una gran bendición para un pueblo.  Además, el tiempo no puede reducir al silencio su voz.  Entonces alégrese hoy.  Alégrese con Elizabeth, esta anciana que es nueva madre y con sus vecinos que comparten en su alegría.  Y entonces, espere.  Espere y vea lo que Juan tiene que decirnos a nosotros, aquí y ahora.
ORACIÓN

Dios Amable, Tus misericordias se nos ofrecen alrededor nuestro tanto en la luz de cada mañana como en la calma de la noche.  En esta Época de Adviento, abre nuestros ojos y labios, purifica nuestros corazones y nuestros espíritus, y alista nuestros cuerpos y oídos.  Que nuestra  espera esté vigilante de Tu presencia purificadora en el mundo. Amén.

Valéry Nodum, Asociada Asuntos Internacionales del Programa de Hambre de la Iglesia Presbiteriana, Louisville, Kentucky

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