En muchas ocasiones la gran misericordia
de Dios nos parece diminuta al principio. Aquí está a Juan, un bebé dando gritos. Dentro de treinta años será un hombre cuya voz
desafiara un imperio, cuya manera de mantener la paz suprime violentamente
cualquier oposición. Sus palabras todavía desafían imperios, si somos capaces
de oírlas. Manténgase leyendo si tiene alguna
duda acerca de esto, con su discurso de un Espíritu de fuego que barrerá la
paja muy lejos y bautizará a los valientes
a una nueva vida.
En una era donde las asambleas de
personas ponen nerviosas a las autoridades, Juan atrae un flujo constante de
observadores al rio Jordán. Entonces, los
envía a casa cambiados, esperando a un Salvador, pero también viendo el mundo
alrededor de ellos de forma distinta. Si
tiene dos abrigos, regala uno. Él dice,
no pases tu tiempo acumulando cosas materiales. Si tienes poder, no abuse de el.
Como el escritor del evangelio de
Lucas nos promete, la pequeña dádiva de ser madre de un bebe a una mujer desilusionada, se convierte en
una gran bendición para un pueblo. Además,
el tiempo no puede reducir al silencio su voz. Entonces alégrese hoy. Alégrese con Elizabeth, esta anciana que es nueva
madre y con sus vecinos que comparten en su alegría. Y entonces, espere. Espere y vea lo que Juan tiene que decirnos a
nosotros, aquí y ahora.
ORACIÓN
Dios Amable, Tus misericordias se
nos ofrecen alrededor nuestro tanto en la luz de cada mañana como en la calma
de la noche. En esta Época de Adviento,
abre nuestros ojos y labios, purifica nuestros corazones y nuestros espíritus, y
alista nuestros cuerpos y oídos. Que
nuestra espera esté vigilante de Tu presencia
purificadora en el mundo. Amén.
Valéry Nodum, Asociada Asuntos Internacionales del Programa de Hambre
de la Iglesia Presbiteriana, Louisville, Kentucky
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