domingo, 5 de diciembre de 2010

Diciembre 4

Léase el Salmo 90


Adviento conduce a Emmanuel (Dios con nosotros) a nuestro hogar. El nacimiento de Jesús anunciado a los pastores, y el bautismo de multitudes arrepentidas por la Palabra hecha carne predicada por Juan en el fangoso río Jordán, demuestra que Dios está con todos nosotros y para que todo el mundo.

Si hay un Dios más allá de nuestras categorías y definiciones parroquiales -un Dios que está sobre todo – entonces el amar y servir a ese Dios abrirá las puertas y ventanas de la mente y el corazón.

"No os conforméis a este mundo", dice Pablo, "sino sean transformados mediante la renovación de su mente "(Romanos 12:2). ¡Qué gloriosa ampliación habrá en nuestras mentes y corazones si el Espíritu de un Dios reconciliador amplia los horizontes en nuestro pensamiento!

Nuestro llamado es a transformarnos mientras pensamos y actuamos. Sin embargo, comprender la importancia de la bendición de Dios a todo ser humano y actuar en consecuencia hacen de nuestro llamado uno costoso. Así como Abraham, los profetas, y los discípulos, nos encontramos resistiéndonos, oponiéndonos, negando y postergando nuestro llamado.

En el Sermón del Monte, Jesús afirma con gracia y verdad tanto nuestro llamado como nuestra identidad, llamándonos pacificadores a los hijos de Dios. Y la oración en el Salmo 90:1 confirma nuestra dirección: "Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación."

ORACIÓN

Dios, ¿estás susurrando en Adviento para hacer cosas nuevas en nosotros? ¿Si sentimos angustia humana como Tú la sentiste en la cruz, es nuestra vocación esperar, aun, en este mundo resquebrajado? Fortalécenos, por favor, con Tu Shalom. Amén.

Rev. William H. Creevey, Pastor Emeritus, Primera Iglesia Presbiteriana, Portland Oregon

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