sábado, 25 de diciembre de 2010

Diciembre 21

Léase Lucas 1:26-38

La Iglesia de la Natividad en Belén, Palestina, marca el lugar de nacimiento de Jesús. Los peregrinos se juntan a través de la iglesia bizantina para esperar su turno de entrada a la cueva donde nació Jesús.

En Navidad recreamos la escena de la Natividad y creamos reuniones para conmemorar esta ocasión. Por lo general estas se centran en el niño Jesús envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Cuando entré en la cueva de la iglesia, descubrí dos lugares sagrados. Velas y oro decoraban un pesebre de piedra donde se acuna al niño rey. El sitio más conocido, sin embargo, no fue el que reconstruye la escena de la Navidad, sino el lugar donde María dio a luz a Jesús, el lugar donde Dios se hizo humano.

La historia de la visita profética del ángel Gabriel a María nos lleva de vuelta a la realidad de la Navidad. El relato nos dice que María estaba "perpleja", "extrañada" y "con miedo" (vv. 28-29). Este embarazo sería muy difícil de explicar para ella y aún más difícil para los demás celebrarlo. María daría a luz en el frío suelo de la cueva, lejos de su hogar y su familia.

A pesar de los obstáculos y las improbabilidades, María toma las palabras del ángel en su corazón: "nada hay imposible para Dios" (v. 37). El nacimiento del bebé de María anuncia que Dios está ahora con nosotros. Maria no disfraza sus preguntas o miedos, sin embargo ella manifiesta una respuesta fiel a la encarnación de Dios: "Aquí estoy, la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra" (v. 38).

ORACIÓN

Oh Dios, Tú conoces y cuidas de mis instantes más humanos. Aquí estoy. Yo soy Tu siervo. Incluso en mis dudas, mis preocupaciones, mis preguntas, guíame según tu palabra, porque nada hay imposible para Ti. Amén.

Catherine Foster, Candidata a ordenación, Seminario Teológico Columbia, Decatur, Georgia

 

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