Señor, escucha mi causa justa, atiende a mi clamor, presta oído a mi oración, pues no sale de labios mentirosos. (Salmo 17:1)
Cuando David dijo esas palabras en el siglo 10 A.C., era un hombre llamando por Dios y decía al Todopoderoso que le estaba librando de sus enemigos.
Como antiguo miembro del Comité Asesor de Pacificadores entiendo cómo David se sintió. ¿Qué hacemos frente a los problemas del mundo? Oramos. Luego actuamos.
La paz vendrá a este mundo a través de quienes están dispuestos a acatar la violencia con amor y odiar el maltrato a nuestros hermanos y hermanas. No es nuestro lugar el juzgar a los que maltratan a los demás. Al final el suyo será un juicio que no es de este mundo.
No podemos, como David está diciendo, solucionar todos los hechos ilícitos que se están produciendo a nuestro alrededor, pero nosotros podemos consolar a los que han sido afectados, las víctimas de esas transgresiones. Podemos proteger "a los inocentes y los niños amándolos y poniéndonos entre ellos y los que le hacen daño.
Los hombres y mujeres que trabajan por la paz han dado de su tiempo y fuerzas para lograr la libertad, guiados por las Escrituras y el amor de Dios. Todos ellos son miembros de la iglesia, y nuestras comunidades, que con el apoyo de otros creyentes son capaces de hacer grandes obras en el nombre del Padre.
ORACIÓN
Hoy, quiero estar con los numerosos que en la casa del Padre están haciendo una diferencia en nuestras comunidades y más allá llegando a través del amor de Dios a las víctimas, y ser para ellos un lugar de refugio y esperanza. Que la luz del Padre este sobre nosotros, y nos llene de su palabra. Amén.
Ansel Woodenknife, Clase de 1996 del Comité Asesor de Pacificadores, Interior, South Dakota
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